Aurora enmudeció, sin encontrar las palabras, al escuchar que él esperaba mantener relaciones sexuales con ella todas las noches. La idea de aparearse con este Alfa grosero y arrogante la hacía sentir molesta.
—Bueno, no tiene que ser todas las noches —agregó con una sonrisa traviesa—. Si estamos muy ocupados o cansados, podemos saltarnos una noche —Se preguntaba qué pensamientos pasarían por la mente de ella. Siempre parecía que él le disgustaba cada vez que el tema de la intimidad surgía.
En las costumbres de los hombres lobo, la subrogación era mal vista. Se creía que los niños concebidos a través del apareamiento nacían fuertes y saludables. Que un Alfa recurriera a la subrogación era como admitir públicamente impotencia. ¿Qué estaría pensando ella?
—Soy un Alfa, acéptalo —declaró, agarrando el documento firmado y dejándola sola en su habitación.