María miró con los ojos muy abiertos el punto en la pantalla. "Es pequeño", respiró ella.
“Sí”, comentó el médico. “Ni siquiera es del tamaño de un grano de arroz, pero está ahí”. Se reclinó e indicó al gigante que avanzara.
Sarkon miró fijamente el punto negro en la pantalla y al instante se quedó sin palabras. Sentía las extremidades frías y entumecidas. Este era... su hijo. Ahora era padre. Apartó la mirada de la pantalla y miró a María justo cuando ella hacía lo mismo, y sus miradas se cruzaron nuevamente.
Observó esos ojos esmeralda buscar su rostro como si buscaran una respuesta a una pregunta candente. Por primera vez en su vida, la bestia estaba distraída. Por primera vez, el bebé captó su atención.
'¿Seré un buen padre?'
Era una simple pregunta de sí o no, pero era la pregunta más complicada a la que Sarkon se había enfrentado jamás. Se obligó a volver a mirar la pantalla. Una sensación de miedo escalofriante le recorrió la espalda y se apoderó de su cuerpo.