"¡Maldición! ¡Maldición!—gruñó Jace cuando escuchó el aullido en la distancia—. Apretó los dientes y miró al cielo. Era luna nueva. También le preocupaba Cane y lo que le había sucedido, pero en este momento no podía pensar en nada más, aparte de cómo sobrevivir a esta batalla.
¡Esos guerreros casi inmortales! —pensó—. ¿Cómo no podían morir? A menos que, les cortaran la cabeza de un tajo limpio o les arrancaran el corazón, se sanarían tan rápido que incluso para un cambiaformas, la velocidad de su curación era insana.
A la distancia, un guerrero volvió a su forma humana y se acercó apresuradamente a Jace y a Redmond. Su expresión era de pánico total y horror. —¡Beta Jace! —llamó con voz temblorosa—. ¡El enemigo ha conseguido entrar en la manada y ahora marchan hacia la casa de la manada!
—¿Y los miembros de la manada, ya han sido evacuados? —preguntó Jace.
—Sí —respondió, pero luego pareció vacilante.