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43.29% Alma Negra / Chapter 84: 84

Capítulo 84: 84

—¿Qué te sucede, John? ¿No me digas que estás avergonzado?

—Ya te dije que no.

—Ha pasado más de un minuto en el cual has estado de espalda a mi, me hace sentir incómoda— me giré hacia ella y la miré.

—No pasa nada, cosita. ¿Lo ves? Solo necesitaba descansar unos minutos.

—Gracias por decirme eso.

—¿Te sientes bien? ¿No te lastimé nada?

—No, pero estoy sucia por tu culpa.

—Habrá que limpiar la ropa de cama.

El teléfono sonó y me levanté de la cama para buscarlo. Era Alfred, ha estado llamando mucho y eso es raro.

—¿Qué sucede, Alfred?

—Disculpe por molestarlo, señor. Sé que está ocupado y todo eso, pero es su casa. Hace dos horas se metieron varios hombres y nos atacaron, tuvimos que huir de ahí porque eran demasiados.

—Van muy en serio esa gente. ¿Cuántas bajas?

—11.

—Viaja para acá con los muchachos que estén bien, será mejor dejar las cosas así por unos meses. Dejé encargado a uno de mis hombres para que siga operando como si fuera yo, eso llamará la atención por ahora. No pueden saber mi ubicación en este momento, aún mi mujer no está del todo bien.

—Está bien, estaremos allá en unas horas.

—Te envío la dirección por texto ahora, luego quema todo— colgué la llamada.

Le envié la dirección y Daisy me miró.

—¿Pasó algo, John?

—Atacaron nuestra casa, está claro que quieren dar conmigo. Hay algo que me está raro, ¿Cómo pudieron averiguar qué esa era mi verdadera casa? De todas las que tengo, ¿Cómo dieron con esa tan fácilmente?

—Debes tener cuidado, no quiero que te hagan algo.

—Tranquila, todo estará bien. Aquí no nos van a encontrar, por ahora. Espero Alfred esté pendiente de que no lo sigan.

—Él sabe tomar medidas, ¿No? Lleva años contigo.

—Lo sé, pero aún así, el que busca encuentra.

Hay algo raro en el ambiente, nada me quita la idea de que algo está pasando. Es extraño que hayan dado con esa casa. Llevo años viviendo en ahí, y que ahora de la nada hayan dado con ella, es sumamente extraño.

Al terminar de limpiar todo el desastre, Daisy quiso bajar a la cocina.

—¿Piensas cocinar algo?— le pregunté.

—Sí.

Estaba preparando algo y me le quedé viendo, se veía muy concentrada en lo que hacía; aparte de que su trasero estaba levantado. ¿Quién no se quedaría mirando?

—Te preparé la comida— sonrió.

Al escucharla decir eso, me invadió una sensación extraña. Los recuerdos de Pilar invadieron mi mente. No sé porque se me cruzó por la mente ella.

—Pilar… — musité. Mi cabeza se sentía confundida por un instante, y al dejar escapar ese estúpido nombre, carraspeé.

—¿Quién es Pilar? — preguntó Daisy, confundida.

Eso fue un comentario innecesario e indebido. ¿Cómo se me va a ocurrir decir ese nombre, y para el colmo frente a Daisy? La muerta quiere hacer de las suyas en mi cabeza. Tenía que arreglar ese malentendido.

—Era una cocinera. Preparaba unos deliciosos platos, ya sabes que no se me da bien eso de cocinar— traté de sonar convincente.

—Es una mentira, ¿Verdad? — me miró seriamente. Es como si pudiera ver a través de mi, esto no va por buen camino.

—Sí, lo es. Lo siento. Ella no es importante, es solo una muerta.

—Entiendo— ella sonrió.

Mierda, la he cagado. ¿Qué demonios estoy haciendo? Es la primera vez que me sucede eso. Le juré que no la olvidaría, pero fue para salir del momento. ¿Cómo se me ocurre llamar Pilar a Daisy? ¿Acaso estoy perdiendo la cabeza? ¿Qué se supone que haga para que ella no se sienta mal?

—¿Estás molesta, Daisy? Es una pregunta estúpida, lo sé. Te juro que ella no es importante, ella está muerta hace años.

—Esta bien, ya entendí. Vamos a comer, se enfría.

Puso la comida en la mesa y se sentó, yo me senté al frente de ella y me le quedé viendo. Ella comió en silencio y ni me miró. Me di cuenta que debía aún estar molesta, o quizás incómoda todavía.

—Pilar fue mi primera novia. No la escogí yo, la escogieron mis padres cuando apenas era un mocoso. Me obligaron a tratarla como una novia, a tener sexo con ella y ese tipo de cosas. Mi virginidad se la entregué a ella. No sentí nada al perderla; en realidad no me gustaba, no sentía nada por ella, y no me atraía el sexo en lo absoluto. Pilar nunca fue importante para mí, sólo me aproveché de ella, porque cocinaba bien y me obedecía. No pasó nada más entre ella y yo, solo duró unos días y luego la maté por órdenes de mi padre.

—No tenías que decirme, John. No quiero que te esfuerces en recordar cosas que están en el pasado.

—Aún así me sentí mal por haber dejado escapar ese nombre. Te juro que no sé qué me pasó, creo que los muertos me están pasando factura.

—No digas tonterías. Ya entendí, y realmente te agradezco que te hayas abierto a mi, pero no me agrada que lo hagas por sentirte obligado. No estaba molesta, es solo que me fue incómodo escucharte decir el nombre de otra mujer, aunque sea solo una muerta.

—Lo siento.

—Lo siento yo por haberte hecho sentir incómodo con mis dudas e incomodidad. Ya olvidemos esto, nada pasó — sonrió.

—De acuerdo.

Luego de comer, subimos a la habitación y nos quedamos dormidos por unas horas. Mi teléfono sonó, despertándonos, y era Alfred.

—Estamos aquí, señor.

—Ya bajo— colgué la llamada.

Miré a Daisy y estaba profundamente dormida. Se veía bonita mientras dormía, me hubiera quedado unos minutos ahí, pero tenía que ir a recibir a Alfred y los muchachos. Me levanté de la cama y bajé a la entrada.

—¿Todo bien, Alfred? — le pregunté.

—Sí, señor.

—¿Nadie los siguió?

—No vimos a nadie.

—Quiero que me digas todo lo que ocurrió por allá, con lujo de detalle.

—Lo haré, señor.

Al girarnos para entrar a la casa, se escucharon unos disparos y me metí dentro de la casa y Alfred entró conmigo.

—¡Así de bien te cuidas las espaldas, cabrón!— le grité.

—No sé cómo lo hicieron, señor.

—Tengo que sacar a Daisy de aquí— diciendo eso, vi a Daisy bajar las escaleras y traía mi arma.

—Toma, John— me la tiró y se veía tranquila.

—Agáchate, hay que salir por la parte de atrás.

—¿Quién más para el menú? — escuché la voz de Kwan y rechiné los dientes—. ¿Vas a salir gallina? El pececito gordo, mordió el cebo muy fácil — escuché su risa y miré a Daisy—. ¿Vas a dar la cara o tengo que entrar por ti, cabrón?


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