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82.98% Alma Negra / Chapter 161: 161

Capítulo 161: 161

John

Al llegar a la casa donde estaba supuesto a estar el tal Sebastián, no estaba; no había ni un alma.

—Tal parece que alguien les avisó— comenté.

—¡Maldita sea!— gruñó Daisy.

—No te frustres, cielo, ya lo encontraremos. Exploren los alrededores— les ordené a los tres hombres que venían con nosotros, y se fueron a hacerlo.

—¿Quién pudo haberles avisado? — preguntó Kian.

—Alguien que las estaba siguiendo, quizás— comentó Alexa.

—Se escuchaba tranquilo cuando hablé con él por teléfono— dijo Daisy.

—¿Quién pudo avisarle? — preguntó Kian.

Escuché un pequeño paso, fue muy suave, pero mi oído lo captó muy rápido.

—¡No se han ido!— dije en voz alta, agarrando el brazo de Daisy y corriendo a cubrirnos detrás de nuestras dos camionetas.

Los disparos no tardaron en escucharse. Alexa y Kian hicieron lo mismo, pero se fueron a la otra a cubrirse.

—¡Dejen de disparar!— escuché la orden de Sebastián, supe que era él, porque nadie más podría ser.

Sus hombres dejaron de disparar, y escuché sus pasos.

—¿No piensan salir de ahí?— preguntó.

—No disparen— les pedí en voz baja a Alexa, y a Kian—. Déjame adivinar, ¿No te fuiste porque querías llevarte a mi esposa contigo? Lamento informarte que ella se queda conmigo y el haberte quedado, fue el peor error que pudiste haber cometido.

—¿Qué crees de eso, Daisy? ¿Fue un error haber venido para darte una segunda oportunidad? — preguntó, y miré a Daisy.

Se notaba pensativa, no quería creer que realmente estaba considerando irse con él.

—Si te atreves a considerarlo, seré yo quien te mate ahora, Daisy.

—Soy un hombre de buen corazón, que cree en las segundas oportunidades. Olvidaré todo esto y les perdonaré la vida a las dos, pero ven conmigo, Daisy. Tienes mucho que perder, ¿Cierto?

Busqué mi teléfono y les escribí un mensaje a mis hombres, justo cuando lo envié, Daisy se levantó.

—Está bien, pero deja que se vayan ellos— pidió, a lo que me levanté también y puse el arma en su cabeza—. ¿Qué estás haciendo, John?

—¿Te lo dije o no te lo dije? Esta vez no voy a dejarte ir— miré a Alexa—. Encárgate de Kian— le ordené, a lo que le apuntó en la cabeza también.

—No empeores las cosas, John— pidió Daisy, mirándome de reojo.

—Mira quien habla, quien pensaba abandonarme para irse con otro— miré a Sebastián, y jamás en mi puta existencia lo había visto, no era para nada atractivo, yo estoy mucho más bueno—. Si la quieres tendrás que venir a buscarla; mi mujer sale de aquí conmigo o no sale nunca.

—¿No vas a decidirte, Daisy?— insistió Sebastián.

Tiene que gustarle mucho mi mujer, como para que se haya quedado, y para que aún esté insistiendo tanto. Está muy confiado en que ella no le hará nada, sabe que no podemos matarlo por nuestro hijo. 

—Suéltame, John. Ya nuestra relación se acabó hace mucho y yo ya no siento lo mismo por ti, ¿Por qué haces tanto drama?

Lo sabía, sabía lo que quería decir con eso.

—Oh, ¿Ahora el dramático soy yo?— arqueé una ceja.

—¡Baja la puta arma! — me dio una patada en los genitales y se soltó, trató de correr y le halé el brazo tirándola al suelo, obviamente al lado del auto y le apunté.

—Ya me tienes harto con tus pendejadas— dije, antes de disparar dos veces.

Miré a Sebastián, quien en su rostro se mostraba esa expresión de rabia, de ira, de frustración.

—Dije que si no era mía, no era de nadie, pendejo— sonreí, pero en dirección a mis tres hombres, quienes estaban justo detrás de los de él.

—¡Maten a este hijo de puta! ¡De aquí no escaparás ahora! — dijo, sacando un arma y apuntando hacia mi dirección, cuando el sonido de un disparo, hizo que cayera de rodillas.

La balacera a la par que se formó, justo después de ese disparo, hizo que me cubriera de vuelta con la camioneta.

Mis hombres, Alexa y Kian, se encargaron del resto.

—Hiciste un buen trabajo, Daisy, pero para la próxima al menos avisa cuando vas a maltratar esa parte tan sensitiva, preciosa. Casi me dejas sin hijos y sin circulación. Sería muy triste que no te pueda cumplir luego.

—Lo siento, no tuve de otra, mi amor.

—Buen tiro— Daisy le había disparado por debajo de la camioneta a la pierna de Sebastián.

No tuvimos que planificar algo, solo improvisamos para ganar tiempo. No pensé que podríamos tener tan buena conexión en ese aspecto también.

—¡Todo limpio, señor! — avisó uno de de mis hombres, y los cuatro nos levantamos.

—Buen trabajo, muchachos.

Sebastián estaba en el suelo quejándose y agarró el arma, a lo que Daisy le dio una patada a su mano, haciéndola caer a otra parte.

¡Joder! ¡Esa es mi chica!

—Daisy...— murmuró Sebastián, casi con un hilo de voz.

—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar, infeliz, y muchas cuentas que saldar también, ¿Cierto?— Daisy rio, y me le quedé viendo.

Mi mujer está más buena y excitante que nunca, no veo la hora de domar a esa nueva bestia.


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