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79.38% Alma Negra / Chapter 154: 154

Capítulo 154: 154

—¿Qué piensas hacer? ¿Violarme? ¿Para así creerte más macho? Ya acepta que nuestra relación no va a funcionar, acepta que ya no estoy interesada en ti, y que me cansé de pagar por tus errores. Ya no te amo, entiéndelo de una vez.

—¿Así que se trata de eso? Será a ti a quien le va a tocar resignarse, porque quieras o no, eres mía y eso ni tu, ni nadie lo va a cambiar.

Esta era el momento en que deseaba no haber experimentado o conocido, lo que era el amor. No pensé que unas simples palabras podrían atravesar mi pecho como un puñal. Lo que digan los demás no me importa, pero que la mujer que escogí tener una vida, un futuro, una familia, me diga esto, yo simplemente no puedo soportarlo.

Aunque traté de forzarla y obligarla a recibirme, ya nada era lo mismo. Creí que la frustración, la rabia, la decepción se iría de esa forma, o quizá cambiaría su manera de pensar, pero no fue así.

¿Por qué tuvo que ser así?

Yo que esperaba este momento de poder verla, de estar con ella, pensando que al verme luego de tanto tiempo, vendría a mis brazos de nuevo, pero me equivoqué.

Me levanté de encima de ella, y me arreglé el pantalón.

—Me hiciste amarte, enamorarme como un idiota de ti, para ahora abandonarme. Espero estés satisfecha de destruirme, porque eres la única que puede hacerlo, y con solo palabras; aún así, no soy capaz de matarte como debería. No voy a obligarte a que me digas nada o a que vuelvas a quererme, no te voy a volver a buscar. Si esa fue la decisión que quisiste tomar, buena suerte en tu nueva vida. Adiós, Daisy— caminé a la camioneta, y le di un golpe al guía.

Todos esos sentimientos se acumularon en mi pecho, y por más que traté soportarlo, fue inevitable dejarlos salir.

Me he vuelto un pendejo, un idiota, un imbécil, ¿Desdé cuando me rebajo por una mujer? ¿Cómo he tenido que llegar hasta aquí? Todo esto no debió ocurrir. Tanto que me lo repetí y, aún así, terminé cayendo. No soporto este dolor ya, por más que trato de restarle importancia, es imposible. No puedo sacarla de mi maldita cabeza. Todo lo que vea, todo me recuerda a ella. Daisy ya logró olvidarse de mí, creo que es el momento de que haga lo mismo y deje lastimarme de esta forma. Debo concentrarme en Mia, ella es lo único que tengo y depende de mí, debo protegerla y a Daisy dejarla ir.

Daisy

Me dolió tanto esa expresión que hizo antes de dar la espalda e irse. Moría por detenerlo, realmente lo hacía. Tener que rechazarlo o romperle el corazón a alguien que amas con todo tu ser, es muy doloroso.

Lo siento, John. Perdóname por lastimarte de esa forma, no encontraba otra manera de alejarte. Si quiero recuperar a nuestro bebé, debo hacer todo lo que él diga por ahora, pero tan pronto todo acabe, buscaré la forma de arreglar lo nuestro, mientras tanto espérame un poco.

Busqué a mi amiga y esperé a que despertara. Tardó bastante en hacerlo y me preocupé creyendo que quizás estaba muerta, pero estaba inconsciente. No podía llevarla de vuelta así.

—¿Qué fue lo que pasó?— apretó su cuello, y se quejó.

—Trataron de robarnos y te lastimaron, pero ya está todo bien, me encargué de hacerlos correr. Debemos regresar a la casa o Sebastián se enojará y hemos tardado mucho en darle el reporte.

—¿Por qué no les avisaste mientras estaba inconsciente?

—No quería que supiera sobre lo que pasó. Es una tontería, ¿No crees? Pensará que somos débiles.

—Quizá tengas razón— respondió.

Nos fuimos a la casa y ya Sebastián nos estaba esperando en la entrada.

—¿Cómo está la mujer más hermosa del mundo?— preguntó, agarrándome por la cintura.

—Bien, Sebastián.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames por mi nombre?

—Lo siento, cariño.

—Mucho mejor. ¿Qué tal el trabajo?

—El trabajo está hecho— respondió Kian.

—Muy bien, tu paga está en el estudio, ve con Kilo a que te lo entregue— le dijo a Kian.

—Sí, señor— Kian bajó la cabeza, y se fue.

—Vamos a la habitación.

Subí con él a la habitación, y según entramos, me acorraló contra la pared.

—¿No hay nada que quieras contarme de la vuelta?— con la mirada que dio, pude darme cuenta de que ya debía saber algo.

—No, hicimos lo que nos ordenó— le dije, a lo que sonrió.

—¿Tengo cara de idiota? — me agarró el cuello, y me encaró—. Hueles a hombre. Déjame adivinar, ¿Te encontraste con Alma negra? — con su otra mano enlazó un mechón de mi pelo, y lo llevó a su nariz—. Mi mujer no debe estar comportándose como una perra, si tanto necesitas de un hombre que te atienda, para eso estoy yo— apretó más fuerte mi cuello y me hizo caminar a la cama, para tirarme de golpe en ella.

No podía dejar de toser por la fuerza que había hecho en mi cuello con su agarre.

—No me gusta que me mientan, y lo sabes— caminó a una de las gavetas y sacó el mismo látigo que usa cuando se enoja para castigarme; el mismo látigo con el que no deja de golpearme hasta sangrar o hasta que libera toda su furia.

Ya le tenía miedo, no quería más golpes.

—Yo no tuve la culpa, fue pura casualidad de encontrarlo, pero no hice nada, yo lo rechacé y terminé las cosas con él y no volverá a buscarme.

—Es la segunda vez que lo encuentras, ¿Crees que voy a creerte una sola palabra? Baja tu pantalón y arrodíllate, Daisy.

—No hagas esto, Sebastián. Hago lo que pidas, pero eso no.

—No me gusta que me desobedezcan y lo estás haciendo, luego no te quiero llorando.


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