—¿O... qué tal si nos saltamos el desayuno y retomamos la octava ronda, mujercita? —Mis ojos se abrieron de golpe, mis mejillas enrojeciéndose de vergüenza. —¿Estás loco? —dije juguetonamente, empujándolo mientras rodaba fuera de la cama.
—Quizás, pero amaste cada acción loca que hice anoche —Nieve soltó una carcajada, su mano atrapando la mía antes de que pudiera escapar completamente, tirándome de nuevo hacia él.
—Sigue soñando, Alfa —lo provoqué mientras corría hacia el baño, sin esperar a escuchar su inevitable respuesta.
—El sonido de la profunda carcajada de Nieve resonó detrás de mí mientras cerraba la puerta, apoyándome en ella un segundo para recuperar el aliento.
—Santo infierno.
—Una vez en la bañera, dejé que mi cabeza se apoyara en el borde, cerrando los ojos mientras el agua caliente me rodeaba, calmando mis músculos adoloridos. Pero a pesar del confort, mi mente no dejaba de girar.
—Todo había sucedido tan rápido, demasiado rápido, tal vez.