—Mamá, mamá, no te vayas... —Huo Siyu, ¿por qué no me dejas ir...?
Como en un sueño, una fantasía, en un momento era ella de niña, en el siguiente era Shen Li llorando.
Parecía haber caído en una pesadilla, la oscuridad interminable casi devorándolo entero, algo que no había sentido durante tantos años, casi lo había olvidado.
El ataque repentino lo tomó por sorpresa.
—Siyu, Siyu... —La llamada estaba justo al lado de su oído, pareciendo cercana pero lejana, aún sin poder liberarse, Shen Li seguía llorando, gritando su nombre.
—Siyu, Siyu, despierta... —Sonaba como la voz de Huo Tianqi, una de las personas más importantes en su vida, habían crecido juntos desde la infancia, manteniéndose compañía mutuamente.
Cuando él estaba en su dolor más profundo, Huo Tianqi estaba a su lado.
—Huo Siyu, te lo suplico, déjame ir... —Los sollozos de Shen Li se acercaban más, cada lágrima como una perla, clara y brillante, pero sentía como un cuchillo que le atravesaba la mano.