Stephen tenía medio sonrisa en su rostro.
—Señor Wolseley, las personas pueden ser delirantes, pero no siempre pueden estar sumergidas en fantasías.
—Yvette está soltera ahora, y ella es mi novia. ¿Desde cuándo quito yo las mujeres de los demás?
—Además, probablemente tú seas el único que piensa que hay amor entre tú y Yvette.
Estas palabras hicieron que la expresión de Lance cambiara en un instante.
Lance agarró a Stephen por el cuello.
Lance apretó los dientes y dijo:
—No me importa cuán poderoso seas en Islandia. Ahora, estás en Nueva York, que es mi territorio. ¡Ni siquiera pienses en llevarte a Yvette!
El rostro de Lance estaba frío y sanguinario. Parecía que quería despellejar y devorar vivo a Stephen.
Yvette rápidamente tiró del brazo de Lance.
Ella dijo ansiosa, —Lance, ¡no lo hagas! Si te atreves a lastimar a Stephen, ¡nunca te lo perdonaré!
Las palabras de Yvette fueron como un cuchillo envenenado que apuñaló ferozmente a Lance.