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Fuera, el sonido de la lluvia torrencial continuaba, las pesadas cortinas de agua oscureciendo cualquier vista del paisaje más allá...
El Hogar de los Davis.
La lluvia finalmente había parado. Brianna se sentó frente a su tocador, mirando su reflejo ligeramente demacrado en el espejo.
Había cuidado bien de sí misma, pero no podía evitar que las finas líneas comenzaran a aparecer en las esquinas de sus ojos.
—Las mujeres… envejecen tan rápido. Le di todo a un hombre durante tantos años, y al final... —Brianna soltó una risa amarga, sus ojos llenos de un brillo feroz y vengativo.
Los moretones en su rostro habían sanado en su mayoría, pero quedaban algunas marcas persistentes, sin embargo, todavía mantenía el aire de una mujer distinguida.
—Mamá, ¿qué tal si sales a caminar un poco? La lluvia paró y hace tiempo que no respiras aire fresco —dijo Hannah mientras entraba, tomando la mano de Brianna con una sonrisa.