El corazón de un emperador era difícil de comprender.
Nunca había pasado esta idea por la mente de las concubinas en el harén imperial como lo hacía ahora. Aquellas que habían quedado atrás para cocerse en su soledad mientras la comitiva había ido a buscar refugio bendecido bajo la sombra de las montañas habían escuchado, sin previo aviso, que el emperador había decidido regresar antes del final del verano solo para celebrar la mayoría de edad de su favorito.