En el palacio, la Reina Maeve y su damisela de compañía estaban inmersas en una profunda conversación y doblaron una esquina solo para chocar con alguien.
—Oh, lo siento... —Las palabras se desvanecieron de la boca de la Reina Maeve y su expresión se agrió cuando descubrió que no era otra más que su némesis, la Reina Consorte Nirvana.
Como si hubieran acordado mutuamente ignorar la existencia de la otra, ambas mujeres intentaron moverse solo para interponerse en el camino de la otra. Tras un momento de miradas furiosas en silencio, intentaron moverse de nuevo solo para esquivarse una frente a la otra tres veces más antes de finalmente rendirse, decidiendo reconocer la presencia de la otra al fin.
—Saludos, Reina Consorte Maeve, qué sorpresa encontrarse con tu ser tan íntegro —dijo la Reina Consorte Nirvana con un sarcasmo desenfrenado.