—Maldita sea, imposible —maldijo Theodore en cuanto revisó la invitación, con un profundo ceño en su rostro. Con la forma en que miraba intensamente la tarjeta, era una suerte que no pudiera lanzar fuego de sus ojos.
—Bueno, está sucediendo, hermano —André le sonrió burlonamente, levantando despreocupadamente una copa en su dirección antes de dar un sorbo a su bebida.
—En el lado positivo, tengo a ambos para compartir la miseria —Valerie rió entre dientes, tomando también una bebida.
La noticia del próximo baile se había difundido por todo el reino y había puesto a las féminas solteras en un estado de agitación. A donde quiera que iba Valerie, era de lo único que todos podían hablar y por los dioses, si escuchaba una palabra más sobre tomar una compañera, no dudaba que lo volvería loco.