—Di una palabra y te prometo, hermano, que volverás a Valerie con su cadáver.
—¿¡Qué?! —La boca de André se abrió en incredulidad, al contrario que el chillido de Islinda que rebotaba por toda la habitación con los ojos muy abiertos de horror.
—Sí, me escuchaste bien, hermano. Cuenta una historia que no te permití y ella... —Señaló a Isabella sin emoción alguna en sus ojos— no viviría para escuchar el resto. Así que no me desafíes —La amenaza en la voz de Aldric hizo que su sangre se helara y se le pusiera la piel de gallina en los brazos.
André realmente debía creer en las palabras de Aldric, porque su boca se abría y cerraba impotente, y el terror invadió a Islinda. Aldric no estaba bromeando, la habría matado. La realidad de la situación era demasiado para Islinda que se abanicaba las mejillas, agitada, mientras su garganta estaba reseca.