Serena se quedó quieta un momento, recogiendo sus pensamientos antes de llamar firmemente a la puerta de la oficina de Aiden. Justo cuando su mano se disponía a empujarla para abrirla, la puerta se abrió hacia adentro, revelando a Aiden de pie allí con una sonrisa pícara extendiéndose por su rostro.
Antes de que Serena pudiera reaccionar, su brazo rodeó su cintura, atrayéndola hacia él en un movimiento suave y sin esfuerzo. Sin dudarlo, presionó sus labios contra los de ella en un cálido y familiar beso. Serena se tensó brevemente, sorprendida, pero Aiden no pareció notar su vacilación. Se demoró un momento, saboreando el beso antes de soltarla y frotar su nariz afectuosamente contra la de ella.
—Dios, necesitaba eso —murmuró él, su voz suave y casi soñolienta. La soltó gentilmente, luego giró de nuevo hacia su escritorio, inclinándose ya para concentrarse en el archivo abierto frente a él. —Entonces, ¿a qué vienes a mi oficina a esta hora?