—Puedo ayudarte —dijo mientras pellizcaba las suaves y blancas mejillas de Au Mei. Al ver las opacas marcas de dedos alrededor de su cuello, sacó un talismán de seguridad de primer grado y se lo entregó—. Recuerda atarlo alrededor de tu cuello, mientras lo sigas llevando puesto, esas cosas no podrán hacerte daño y se mantendrán alejadas.
—¿De verdad? —preguntó Au Mei acurrucándose junto a Song Yan, no sabía por qué se sentía segura con esta Tía a su lado pero se sentía como si estuviera resguardada bajo una manta protectora y cálida. ¡Una que ahuyentaba las cosas feas, en cuanto la segunda Tía se le acercó esas cosas se asustaron y se escondieron!