```
Se había colado en el carro de bueyes que salía hacia el sur de la mansión por la mañana, solo para ser capturado por dos piratas japoneses. Ya era la tarde y no había tenido ni una gota de agua ni un bocado de comida.
—Glug...
Su estómago gruñía vergonzosamente.
Wei Yilin estaba frustrado, agitado y molesto.
Wei Ruo fingía no escuchar y continuaba comiendo su comida.
Wei Yilin nunca había experimentado tal adversidad en toda su vida, y cuanto más lo pensaba, más miserable se sentía.
—¡Wei Qingruo! —llamó Wei Yilin.
—¿Qué quieres?
—Tú... Tú... —Wei Yilin miró a Wei Ruo, queriendo decir algo pero incapaz de articular sus pensamientos.
—¿Quieres comer, pero te da demasiada vergüenza pedirlo, es eso, eh? —Wei Ruo terminó en nombre de Wei Yilin.
—¡Para nada! —Wei Yilin negó de inmediato.
—No importa si lo has pensado o no, yo nunca le daría mi comida cuidadosamente preparada a alguien que secretamente desea mi muerte.