Fue desgarrador para ella ver a su compañero en tal estado y ser la razón de sus pesares.
—En este punto, desearía que nunca nos hubiéramos encontrado. Desearía haber elegido la muerte cuando llamó a mi puerta y no habrías perdido a tu amante ni habrías sido traicionado. Es mi culpa por elegir sobrevivir —lamentó Aiko, colocando sus manos en su rostro para ocultar la angustia. Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules.
Desde el momento en que Kanyón le perdonó la vida por sus poderes, sabía que estaba condenada. Aiko había lamentado esa decisión desde aquel día.
Y ahora había contribuido a la muerte de una mujer inocente, a que otra fuera brutalmente abusada y torturada y a que su compañero resultara herido y traicionado en el proceso.
Las cargas del arrepentimiento seguían acumulándose sobre ella, y su corazón estaba siendo aplastado. Las lágrimas en sus ojos dolían.
Los arrepentimientos en su voz también dolían.