—¡Lotus! —exclamó, dándose cuenta de que ella era la única con suficiente audacia para hacer algo así.
—¿Quién si no? —ella le guiñó un ojo mientras sus poderes se manifestaban en forma de gruesas ramas marrón oscuro que se enredaban alrededor de las barras de hierro. Comenzaron a tirar de ellas para que se abrieran suficiente y él pudiera escapar.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó él, ligeramente horrorizado.
—Sacándote de aquí, genio. ¿Qué más? ¿O es que quieres que te azoten desesperadamente?
Las barras emitían lentos chirridos mientras se doblaban lo suficiente para que él saliera de su celda. Ella le hizo un gesto obvio con una mirada molesta.
Razial se deslizó por entre las barras, colocando su cuerpo en diagonal para poder pasar, y se puso de pie frente a ella con la frente arrugada por la preocupación. Pero sus ojos brillaban con admiración por esta mujer que continuaba sorprendiéndolo a cada paso.
—¿Has pensado bien esto? Tendrá consecuencias. —Lotus entrecerró los ojos.