Faris se sentó rígido mientras Aiko se sentaba incómoda a su lado en el frío suelo del bosque. Él sostenía su brazo pero evitaba tocar cualquier otra parte de su cuerpo, la tentación era real y muy probadora.
Ranon le había bromeado múltiples veces que una vez que encontrara a su compañera, ella correría por sus venas como locura, y no sería capaz de respirar adecuadamente sin ella.
No solo mariposas sino todos los malditos pájaros revolotearían dentro de su estómago.
Sentiría los latidos rítmicos de su corazón.
Olería ese aroma único que solo ella poseía y solo él podía discernir.
Se ahogaría en los océanos desgarradores que eran sus ojos.
Cada palabra se estaba convirtiendo en una dolorosa realidad porque esto no era lo que él había imaginado.
Había pensado en este escenario un millón de veces y siempre comenzaba con una mirada sorprendida y terminaba con él besándola como un hombre enloquecido.