—¡Oh! No —masculló Cassandra para sí misma, levantando la mano con el puñal e intentando apuntar hacia el ciervo que se alejaba, corriendo por su vida.
Siroos observaba casualmente desde cierta distancia, con las piernas cruzadas en los tobillos y las manos detrás de su cabeza mientras se apoyaba en un gran poste de madera erigido.
La curiosidad giraba en sus ojos solo para ver qué haría su inocente compañera a continuación mientras su mirada permanecía fija en su espalda.
—Ella apuntó y, de mala gana, soltó el puñal. Voló por el aire y falló al ciervo por muchos, muchos centímetros.
—¡Aaargh! —exclamó Cassandra en frustración al ver que había fallado el blanco.
El ciervo escapó ileso, solo para ser capturado por el guerrero y ser devuelto a la jaula.
Siroos bajó la cabeza y sonrió antes de despegarse del poste y dirigirse hacia donde estaba Cassandra.
Ella tenía las manos en las rodillas mientras soplaba de frustración.