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—¡Jaja, esto es muy divertido!
Pequeña Bola de Pelo observaba atónito, entendiendo vagamente lo que estaba sucediendo, como un niño descubriendo un juguete nuevo. Rodaba con deleite, escuchando el crepitar de los frijoles al reventar, y aullaba con orgullo.
Al escuchar sus risas despreocupadas, el corazón de Mo Yan se sentía sereno, disipando algo de la negatividad que la pesadilla había traído. No pudo resistirse a quitarse los zapatos y pisar los frijoles con sus pies descalzos.
Al principio, los tallos de soja rígidos eran un poco incómodos en sus pies, y las vainas afiladas podrían ser dolorosas si no tenía cuidado. Pero después de pisarlos un par de veces, las plantas de sus pies empezaron a calentarse, y la estimulación la hacía querer continuar.
Los tres hermanos, junto con un pequeño cachorro de tigre, jugaron así por un buen rato, casi aplastando la mitad de las vainas. Solo cuando llegó la hora del almuerzo se pusieron los zapatos de mala gana.