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Damien y Anne entraron al gran salón del consejo. Enormes candelabros colgaban del techo, bañando la habitación de luz dorada, pero la atmósfera era fría y tensa.
La mano de Anne temblaba ligeramente en la de Damien mientras se dirigían al centro de la sala. Sus ojos se desviaban nerviosos hacia los miembros del consejo reunidos, cuyas expresiones eran inescrutables, sus miradas agudas y escrutadoras. Él apretó su mano suavemente, ofreciéndole un breve momento de consuelo antes de soltarla. Ahora era su lucha.
Tomando una respiración profunda, Damien dio un paso adelante. —Agradezco al consejo por concedernos esta audiencia —comenzó, su voz firme, aunque su corazón latía aceleradamente bajo el peso de lo que estaba a punto de desarrollarse—. Estoy aquí para aclarar la situación con respecto a mi pareja, Anne, y la muerte de Ronald.