Las doce del mediodía. En una oficina, un hombre yacía sentado en su silla frente a un escritorio finamente adornado y lleno de papeles de toda clase. En la esquina de la habitación, había un hombre alto que parecía estar protegiendo a la persona sentada. Reinaba un silencio absoluto en toda la oficina; el único sonido que se podía escuchar era el suave roce de una pluma sobre el papel y el ocasional golpe de un sello sobre documentos que necesitaban ser aprobados. El silencio pronto fue interrumpido cuando alguien llamó a la puerta.
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
El sonido era suave, como si la persona que llamaba tuviera la intención de no molestar. Angrod soltó un suspiro de cansancio. Estaba más que claro que no estaba de buen humor. Muchas cosas habían estado sucediendo en las últimas horas. Se habían enterado de que los humanos habían hecho su movimiento, aprovechando la caída de la Barrera del reino. Sin perder tiempo, habían enviado unidades para tomar ventaja de la situación. En ese mismo instante, había humanos infiltrados atacando varios territorios. Aunque la mayoría de los que se habían atrevido a hacerlo habían sido ejecutados, las otras casas nobles no eran para nada amigables con los humanos; de hecho, los odiaban a muerte. Con voz un poco molesta, dijo:
"Adelante".
Un hombre de baja estatura entró rápidamente y se paró frente a él. En un movimiento rápido, se inclinó sobre una rodilla y agachó la cabeza.
"Mi señor, tenemos noticias importantes".
"Habla", instó Angrod con un tono dominante. Su molestia era palpable.
"Ese chico ha vuelto. Se le vio hace un rato entrando por la puerta principal. Según los guardias, parecía estar gravemente herido".
"¿Qué dijiste?", Angrod le pidió a la persona que repitiera lo que acababa de decir. Pensaba que había escuchado mal. La persona, aún arrodillada, se aclaró la garganta y repitió el mensaje.
"Ese chico ha vuelto. Se le vio hace un rato entrando por la puerta principal. Según los guardias, parecía estar gravemente herido".
Angrod se puso de pie inmediatamente. Se dirigió hacia la puerta, la abrió y salió. Detrás de él lo seguían Eru y el hombre que había entregado el mensaje anterior. El destino al que se dirigían era la habitación del chico de cabello blanco y ojos azules. Tenía que corroborar la información que había recibido, ya que no podía creerlo. Mientras caminaba por los pasillos, soltó una maldición.
"¿Qué carajos está pasando en el reino?".
Hizo esa pregunta en un susurro apenas audible. Su molestia era más que entendible. Estaban pasando muchas cosas al mismo tiempo. Su instinto le decía que se acercaban tiempos difíciles para su familia. Aceleró el paso; tenía prisa por llegar y constatar la información. Después de unos minutos de caminata, finalmente llegó a su destino: una puerta de madera. Sin perder tiempo, intentó tocar, pero fue interrumpido.
En el otro extremo del pasillo se acercaba Idril. Al ver su rostro, supo de inmediato que ya le habían dado la noticia de lo que había pasado.
"¿Qué haces aquí, Idril?", preguntó a pesar de saber la respuesta. Idril lo miró directamente a los ojos y respondió:
"Me informaron que ese individuo fue herido, así que vine a corroborar la información. Además, el rey también desea saber qué fue lo que ocurrió".
"Entiendo".
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Angrod tocó la puerta tres veces, pero no hubo respuesta del otro lado. Así que, después de unos momentos, lo volvió a intentar.
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Estaba siendo cuidadoso de no golpear la puerta con fuerza, pues no quería molestar al individuo que se encontraba en el interior. En ese momento, una voz resonó desde la habitación:
- Pueden pasar.
Les habían dado permiso para entrar. Angrod fue el primero en cruzar el umbral, seguido de Idril y Eru. Lo que vieron al entrar los dejó helados. El chico de cabello blanco yacía en la cama, desnudo de la cintura para arriba. Sus heridas eran evidentes: cortes profundos en los costados, un brazo izquierdo amputado y numerosos moretones que cubrían su torso. Parecía haber sido atacado por múltiples criaturas, pues algunos de los cortes parecían producidos por garras afiladas. Angrod fue el primero en romper el silencio:
"¿Puedes decirnos qué te pasó?".
Su mirada se posó en las heridas del joven, pero su preocupación iba más allá. Le inquietaba la criatura o la persona capaz de infligir tales daños. El chico de cabello blanco, después de un momento de reflexión, respondió con voz cansada:
"No fue nada grave. Solo una pequeña escaramuza en la que me superaron en número".
Angrod frunció el ceño incrédulo.
"¿Quiénes te atacaron?".
El joven esbozó una sonrisa irónica.
"No es necesario responder esa pregunta. Todos están muertos".
La respuesta de D dejó a todos perplejos. ¿Quién sería capaz de enfrentarse a él y salir vivo?
"¿Necesitas ayuda con esas heridas?", preguntó Angrod, aunque sabía que la oferta sería rechazada.
"No es necesario, estas heridas no son nada para mí", afirmó el chico con indiferencia. Estaba más que claro que no confiaba en ellos. Y después de todo, ¿por qué habría de confiar en ellos?
"¿Solo viniste a preguntar eso?", preguntó.
"Bueno, solo nos pareció extraño que alguien con tus capacidades recibiera tales heridas. Digamos que es motivo de preocupación para nosotros", respondió Angrod tratando de mantener la calma.
El chico de cabello blanco, al que llamaban D, los miró con los ojos entrecerrados y luego soltó un suspiro.
"No se preocupen. Quienes me atacaron no eran humanos, eran bestias ligeramente más inteligentes que las que normalmente encuentras por ahí".
"¿A qué te refieres con 'más inteligentes'?", preguntó Angrod intrigado.
"Se organizaron para atacarme. Incluso podían evitar ser detectadas por mí. Fue divertido hasta cierto punto verlas luchar como seres pensantes", respondió D con una sonrisa enigmática.
Las declaraciones de D no fueron muy bien recibidas por los demás. Después de todo, algo muy similar había pasado antes. La primera persona en la que pensó Idril fue el domador de bestias con el que había luchado. Ese tipo usaba las bestias de una forma muy aterradora y coordinada. Y lo peor era que él, por sí solo, ya era poderoso.
"¿Viste a un tipo alto, de cabello negro y ojos café, que tiene tatuajes extraños en los brazos?", preguntó Idril con la voz llena de ira. Recordaba muy bien lo que D le había hecho a ella y a su cuñado.
El chico volteó a verla y una extraña sonrisa se formó en sus labios.
"¡Oh, pero miren a quién tenemos aquí! ¿Acaso no es la gran maga que perdió contra mí?".
Esas palabras, sin lugar a dudas, hicieron enojar a Idril. Ella se mordió el labio.
"Cuando quieras podemos tener una revancha. Ahora responde mi pregunta".
Angrod le había advertido a Idril que no provocara a D. Él no quería tener más problemas con él. Pero parece que ella sí quería tener problemas. Angrod, con preocupación, miró el rostro del chico para ver si se había molestado, pero lo que vio fue todo lo contrario: una expresión de diversión.
"Jajajajajaja, tan temperamental como siempre, Idril. Acepto el reto. Lucharemos", dijo D, disfrutando de la reacción de Idril.
La situación se puso tensa cuando él aceptó la revancha. Todos pensaron que se había molestado en serio. Pero la situación se calmó cuando él declaró:
"Pero tranquila, te prometo que no te mataré. Solo te voy a enseñar que hay alturas que no puedes superar".
Idril respondió con tono burlón: "Grandes palabras para alguien que perdió un brazo y está gravemente herido".
"Incluso en este estado puedo darte una paliza", desafió D.
"Haber, muéstrame cómo lo harás", retó Idril.
Mi intención de aceptar la revancha de Idril era genuina. Haría que ella luchara con todas sus fuerzas y así aprendería todos los trucos que ella tenía para añadirlos a mi arsenal. No me importaba luchar con ella en mi estado actual; después de todo, solo necesitaría alrededor de un minuto para derribarla. Ni siquiera le pondría una mano encima, ya que ella se estaría enfrentando directamente a mi autoridad. Estaba completamente seguro de que si la derrotaba usando mi autoridad, ella no volvería a desafiarme nunca más. Se daría cuenta de la enorme diferencia de poderes que había entre ella y yo. Se podía sentir una tensión en el aire. Me paré de la cama en la que me encontraba sentado. Me iba a preparar para la revancha que ella estaba pidiendo y, al notar que yo me estaba poniendo de pie, también se preparó. Pero, por desgracia, fuimos interrumpidos.
"Idril, cálmate, deja tu berrinche para otra ocasión, ¿o planeas manchar tu orgullo en una pelea sin sentido?".
La pararon en seco. Pude ver cómo regañaban a la maga más fuerte del reino de los elfos. Una risilla se escapó de mi boca.
"Lo siento", dijo ella disculpándose y reconociendo su error. No era el momento de estar teniendo luchas sin sentido.
"Oye, Idril", la llamé, "no vi a ese hombre que me describiste, pero sé a quién te refieres y déjame ser sincero contigo: es muy probable que ese hombre sea más poderoso que yo".
Mis palabras resonaron en toda la habitación y pude ver los rostros de todos; parecían confundidos por mis palabras. No les estaba mintiendo. La información que había reunido sobre ese domador de bestias era cosa seria. No formaba parte del grupo que había atacado antes. Él era diferente. Le habían dado algo a cambio para unirse a ellos de forma temporal. El sujeto era un humano que poseía un poder devastador. Todo lo que pude averiguar sobre él es que era incluso más fuerte que el jefe de los invasores. En pocas palabras, Idril estaba viva solo porque él se había apiadado de ella.
"Y si ya lo enfrentaste, permíteme informarte que solo estaba jugando contigo. Estás viva solo porque él así lo quiso".
Mis palabras le cayeron como un balde de agua fría en la cabeza a Idril. Ella inmediatamente replicó:
"Mentiras, esa batalla fue un empate".
Ella parecía enfrascada en esa idea, pero en su interior ella sabía que no era así. Yo lo sabía porque había estado leyendo su mente desde hace algún tiempo y me enteré de lo que le había pasado en su enfrentamiento con ese domador de bestias.
"Piensa lo que quieras, Idril, pero deberías estar agradecida de estar viva. La suerte estuvo de tu lado".
Una vez que terminé de decirle lo que quería decir, me giré y miré directamente a los ojos a Angrod y le dije en tono suave:
"Acepto la propuesta, pero tengo dos condiciones que se deben cumplir sí o sí".
Al mismo tiempo que teníamos nuestra conversación, pude sentir una presencia ominosa observando desde lo lejos. Estaba empleando una extraña y nueva clase de poder que nunca antes había visto ni sentido. Si no hubiese tenido la característica de 'dominio' activada, tal vez no lo hubiese sentido y hubiera pasado desapercibido.
- ESTAMOS SIENDO OBSERVADOS POR UN EXTRAÑO PODER. PARECE PERMITIRLES HACER ALGO SIMILAR A LO QUE HACE EL 'OJO DEMONIACO'. NO ESTÁN EMPLEANDO MANÁ.
'Las ratas cayeron en la trampa. Valió la pena el esfuerzo'.
Estaba más que claro que esos dos estaban empleando alguna clase extraña de poder para observar mi estado físico. Querían saber qué tan lastimado estaba. Según el análisis de D, solo podían ver, no escuchar lo que estábamos hablando. Con esto, el teatro del engaño estaba completo. Ellos ya habían pescado el anzuelo. Solo era cuestión de tiempo para que le informaran eso a sus superiores e intentaran matarme. Cabe resaltar que esos sujetos le tenían miedo a Idril porque ella tenía una técnica bastante poderosa que ciertos elfos poseían, pero que tenían que pedir permiso para poder usarla. Hay que resaltar que Idril no usó ese poder contra el domador de bestias, ya que ella pensó que le estaba ganando. Es posible que el domador de bestias no quisiera empujar hasta el punto en el que ella se viera obligada a sacar su carta de triunfo. Además, otra cosa a tener en cuenta es que esos tipos que querían asesinar a la niña elfo me veían como un factor problema. Me tenían catalogado como alguien tan peligroso como la mismísima Idril. Parece que tenían planes para lidiar con ella, pero en cuanto a mí, se les salía de las manos, ya que tenían muy poca información sobre mí.