Horas después de que Sakura se calmara, los médicos llegaron a la habitación de Ian. Con profesionalismo, comenzaron a realizarle los exámenes de rutina, midiendo su presión, temperatura y observando cualquier signo de debilidad. Sin embargo, para su sorpresa, Ian parecía estar en perfectas condiciones.
—Es sorprendente... —comentó uno de los médicos, mirando los resultados—. No encontramos ninguna explicación para que hayas estado inconsciente durante tres días. Pero todo parece estar bien ahora.
Los médicos intercambiaron miradas, claramente confundidos, pero sin más que hacer. Tras algunos minutos de conversación y asegurarse de que todo estaba en orden, decidieron darle el alta para que pudiera regresar a su casa.
—Te vamos a dar de alta, Ian —anunció uno de los doctores—. Tus padres ya fueron notificados y te llevarán de regreso a casa. Solo asegúrate de descansar bien.
Ian asintió, agradecido por la discreción de los médicos y su insistencia en no hacer más preguntas. Aunque él sabía que su cuerpo estaba más allá de lo normal, no podía darles explicaciones sin poner en peligro su secreto.
Un par de horas después, sus padres llegaron al hospital. La preocupación estaba escrita en sus rostros, pero la alegría de ver a su hijo en pie era evidente. Lo abrazaron con fuerza, sin palabras, simplemente disfrutando de la certeza de que estaba a salvo.
—Nos tuviste muy preocupados —dijo su madre con los ojos llenos de lágrimas mientras lo abrazaba—. No sabíamos qué había pasado.
—Lo siento, mamá —respondió Ian, envolviéndola en sus brazos—. Estoy bien ahora.
Su padre, aunque más reservado, también mostró su alivio colocando una mano firme sobre el hombro de Ian y asintiendo en silencio. Tras las despedidas en el hospital, la familia partió hacia casa.
El trayecto fue tranquilo. Ian observaba por la ventana del auto, perdido en sus pensamientos. Sabía que tarde o temprano tendría que volver a enfrentarse a los retos del otro mundo. Sin embargo, por ahora, estaba de vuelta en la Tierra, con su familia, y eso le brindaba un momento de paz.
Al llegar a casa, Ian miró el lugar que siempre había conocido. Su vida había cambiado de una manera que jamás imaginó, pero aquí, en su hogar, todo parecía igual. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió una mezcla de normalidad y alivio.
—Descansa, hijo —dijo su madre—. Te prepararemos algo para comer.
Ian asintió y se dirigió a su habitación. Al cerrar la puerta detrás de él, se sentó en su cama, mirando el techo mientras sus pensamientos se alineaban lentamente. Sabía que este descanso era solo temporal. Muy pronto, el sistema volvería a llamarlo, y las aventuras, los desafíos y los peligros regresarían.
Pero, por ahora, tenía un momento de calma.
Parte 2: El Doble Presente
Ian se recostó en su cama, aún procesando todo lo que había vivido. Pero una pregunta se mantuvo en su mente, insistente. ¿Cómo era posible que hubiera estado en dos lugares al mismo tiempo? Decidió hacer lo que siempre hacía en estas situaciones: consultar al sistema.
—Sistema —susurró, casi en silencio—, ¿cómo es posible que estuviera en el infierno y aquí a la vez? Mi cuerpo estaba aquí, pero yo estaba allá. ¿Cómo funciona eso?
El familiar tono frío y robótico del sistema resonó en su mente:
—En la primera experiencia, tu cuerpo permaneció en la Tierra mientras tu alma fue transportada al otro plano.Tu estado en el infierno era completamente espiritual, lo que permitió que tu cuerpo físico permaneciera inactivo aquí. Por esa razón, tu cuerpo no necesitaba moverse ni comer en la Tierra. Las sensaciones que experimentaste, como hambre y cansancio, fueron simulaciones creadas para que tu mente funcionara con normalidad en el estado de alma.
Ian frunció el ceño, intentando comprender.
—Entonces... ¿nunca estuve físicamente allí?
—Correcto. La primera vez, tu cuerpo físico permaneció en la Tierra, y solo tu alma fue transportada. Por eso tu cuerpo aquí no despertaba y te veías en un estado de sueño profundo.
—¿Y por qué no lo sentí? Todo se sintió tan real... incluso más real que aquí.
—El sistema simula sensaciones físicas y emocionales en el estado espiritual para evitar que el alma experimente un choque con la realidad del otro plano. Sin embargo, a partir de ahora, cada vez que te transportes a otros planos, lo harás completamente, cuerpo y alma.
Ian se quedó en silencio, procesando esa última parte. Eso significaba que la próxima vez que viajara a ese extraño y peligroso mundo, no solo arriesgaría su vida en espíritu, sino que su cuerpo también estaría en juego. La sensación de peligro y responsabilidad aumentó con ese pensamiento, pero también lo hacía la emoción de poder enfrentar sus desafíos de una manera más completa.
—Entonces, la próxima vez... ya no estaré divido. Estaré allí por completo —dijo en voz baja, más para sí mismo que para el sistema.
—Correcto. Tu próxima experiencia será física. Estarás allí por completo, y todas las consecuencias, tanto físicas como espirituales, serán aplicables a ambos mundos.
Ian asintió, aceptando lo que estaba por venir. Aunque la idea de estar completamente expuesto y vulnerable en ese otro plano lo preocupaba, también lo emocionaba. Sabía que el verdadero desafío aún no había comenzado.
Ian, aún desconcertado por todo lo que había sucedido, decidió comprobar algo. Cerró los ojos y llamó mentalmente a Tarek, su fiel esclavo de alma. Quería saber si podía invocarlo aquí, en su mundo, y si el vínculo entre ellos seguía intacto.
—Tarek, ven a mí.
En cuestión de segundos, una figura oscura comenzó a materializarse frente a él. Una sombra densa se condensó en el aire hasta formar la familiar figura del goblin, con su aspecto rudo pero respetuoso. Tarek se inclinó ligeramente en señal de respeto.
—Maestro, qué alivio es verlo bien. —Su voz, aunque espiritual, era audible en la habitación, pero solo para Ian. Tarek echó un vistazo a su alrededor con curiosidad—. ¿Qué lugar es este, maestro? Nunca había visto algo así.
Ian se levantó lentamente de la cama, aún algo debilitado por la larga estancia en el hospital.
—Este es mi mundo, Tarek. No estamos en el infierno, ni en ese portal, ni en ningún otro lugar del que vinimos. Aquí es donde nací y crecí.
Los ojos oscuros de Tarek se entrecerraron, tratando de entender. Todo a su alrededor era extraño: las paredes blancas, las ventanas y el silencio del lugar. Nada en este entorno le resultaba familiar.
—¿Tu mundo? —repitió, perplejo—. Entonces, maestro... ¿es aquí donde están todos los humanos que conoces?
Ian asintió, caminando hacia la ventana, observando el cielo despejado y el paisaje de la ciudad.
—Sí, este es mi hogar. Aquí, las cosas son diferentes. No hay magia en todas partes como en el lugar de donde vienes. Aquí, la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existen otros mundos.
Tarek asintió lentamente, aún asimilando todo. Luego, fijó su mirada en Ian.
—Maestro, ¿y qué desea que haga en este lugar? ¿Debo seguir sirviéndole como en el otro plano? —preguntó, con un tono que reflejaba tanto lealtad como incertidumbre.
Ian se giró para mirarlo directamente, con una ligera sonrisa.
—Por ahora, solo mantente a mi lado. No sabemos qué desafíos podrían venir aquí, pero quiero que estés listo. También necesito entender más sobre cómo funcionan nuestros poderes en este mundo.
Tarek asintió firmemente.
—Siempre estaré a su disposición, maestro, sea donde sea.