Ian se movía con precisión por el denso bosque, cada uno de sus pasos calculado para evitar alertar a las criaturas que merodeaban en la zona. Sabía que cualquier ruido inusual podía atraer la atención de predadores peligrosos, y en este momento, no podía permitirse distracciones. Su objetivo estaba claro: la colonia de hormigas gigantes que había localizado en los últimos días.
La imagen de la colonia estaba grabada en su mente. Recordaba los túneles labrados en el suelo, las hordas de hormigas obreras moviéndose incansablemente para cumplir con sus tareas, y las imponentes guardias que patrullaban los alrededores. Había pasado horas estudiando los patrones de las hormigas, observando cómo se movían, cómo actuaban, y había identificado el mejor momento para actuar.
Dentro de su bolsa, Ian llevaba un frasco pequeño pero poderoso. El veneno que contenía había sido adquirido a través del sistema, diseñado específicamente para exterminar colonias de insectos. Era perfecto para su misión: inodoro, incoloro, y con la capacidad de adherirse a los cuerpos de las hormigas, propagándose de una a otra hasta alcanzar a cada miembro de la colonia. Pero lo más importante era su efecto: el veneno comenzaba a actuar tres horas después de ser expuesto, debilitando a las hormigas durante dos días, dejándolas vulnerables para que Ian pudiera eliminarlas sin demasiada resistencia.
A medida que se acercaba a la entrada de la colonia, el aire se volvía más denso, impregnado del olor a tierra húmeda y a vegetación en descomposición. La entrada principal estaba vigilada por algunas hormigas más grandes que las obreras comunes, pero no tanto como las temibles guardias. Ian se detuvo, observando sus movimientos. Sabía que tenía que ser extremadamente cuidadoso; un movimiento en falso podría alertar a toda la colonia.
Con movimientos fluidos y silenciosos, Ian se desplazó por el borde del claro, acercándose a un punto donde las hormigas no podrían detectarlo fácilmente. Una vez en posición, sacó el frasco de veneno de su bolsa y lo desenroscó con cuidado. Su pulso se mantuvo firme, concentrado en la tarea que tenía entre manos. Con un gesto preciso, vertió el contenido del frasco sobre el suelo, justo en el camino principal por donde pasaban las hormigas. Sabía que ellas recogerían el veneno sin darse cuenta y lo llevarían al corazón de la colonia, donde se distribuiría entre todos sus miembros.
El frasco ahora vacío volvió a su bolsa, y Ian retrocedió lentamente, asegurándose de no dejar rastro de su presencia. Se retiró a una distancia segura, trepando a un árbol cercano desde donde podía observar la entrada de la colonia sin ser visto. Ahora, solo quedaba esperar.
Desde su posición elevada, Ian observaba la colonia con ojos atentos, cada movimiento de las hormigas bajo su constante vigilancia. El bosque alrededor de la colonia parecía estar en silencio, como si la naturaleza misma estuviera conteniendo el aliento en anticipación a lo que estaba por ocurrir. Las hormigas continuaban con su rutina habitual, sin la más mínima sospecha del peligro que se cernía sobre ellas.
El tiempo parecía pasar más lento mientras Ian esperaba. Cada segundo lo acercaba a la activación del veneno, pero también incrementaba la tensión. Sabía que una vez que el veneno comenzara a hacer efecto, no habría vuelta atrás. Las hormigas, aunque debilitadas, seguirían siendo una amenaza considerable, especialmente los guardias de la reina, quienes probablemente serían los últimos en sucumbir al veneno debido a su tamaño y fortaleza.
Mientras observaba, Ian repasó mentalmente su plan de ataque. Sabía que tenía que moverse rápido y ser letal. Cualquier error podría costarle caro, y no podía permitirse subestimar a sus enemigos, aunque estuvieran debilitados. La colonia era grande, y aunque el veneno haría gran parte del trabajo, Ian tendría que enfrentarse a los remanentes con todas sus habilidades.
Después de un par de horas, Ian comenzó a notar cambios sutiles en el comportamiento de las hormigas. Los movimientos que antes eran precisos y coordinados se volvieron erráticos. Algunas hormigas parecían tropezar, mientras que otras se movían con lentitud, como si una pesadez invisible las estuviera arrastrando hacia el suelo. El veneno estaba haciendo su trabajo.
Ian sintió un escalofrío recorrer su columna. Sabía que el momento había llegado. Su respiración se volvió más profunda y controlada, preparándose mentalmente para el enfrentamiento que estaba por venir. Apretó la empuñadura de su espada, sintiendo la familiaridad del arma en su mano. Este era el punto de no retorno.
Con un último vistazo a la entrada de la colonia, Ian descendió silenciosamente del árbol. No había margen para la duda. Era hora de acabar con la colonia y recolectar los núcleos energéticos que tanto necesitaba. Sus pies se movieron con una precisión calculada, llevando su cuerpo hacia la entrada de la colonia. Las hormigas, ahora debilitadas y desorientadas, no parecían percatarse de su presencia.
Ian se adentró en los túneles de la colonia, la oscuridad lo envolvía mientras avanzaba con cautela. Las hormigas que encontraba en su camino eran eliminadas rápidamente, sus movimientos lentos y torpes las hacían presas fáciles. Sin embargo, Ian sabía que lo peor aún estaba por venir: los guardias de la reina.
Cada paso lo llevaba más cerca de la cámara central, donde la reina y sus guardias lo esperaban. El aire se volvía más pesado, la temperatura subía, y la humedad en los túneles se hacía más intensa. Podía escuchar el eco distante de las hormigas más adelante, y un leve temblor en el suelo le indicó que algo grande se estaba moviendo.
La adrenalina corría por sus venas, sus sentidos se agudizaban con cada latido de su corazón. El verdadero desafío estaba a la vuelta de la esquina, y Ian se preparó para enfrentarlo con todo lo que tenía.
Ian avanzaba por los túneles, cada vez más cerca de la cámara central donde sabía que los guardias de la reina esperaban. A medida que se adentraba en la colonia, la atmósfera se volvía más opresiva. El aire estaba cargado de la humedad y el olor metálico que emanaba de los cuerpos de las hormigas muertas. Los túneles se estrechaban, obligándolo a moverse con más cautela, mientras el eco de sus propios pasos resonaba en la oscuridad.
De repente, Ian sintió una vibración en el suelo, seguida de un crujido ensordecedor. Se detuvo, tensando los músculos, su espada lista para lo que fuera a aparecer. Sabía que los guardias de la reina no se quedarían quietos por mucho tiempo, y menos ahora que su colonia estaba siendo invadida.
El primer guardia apareció de la penumbra con una velocidad que sorprendió a Ian. A pesar del veneno que corría por su sistema, la criatura seguía siendo formidable. Era casi el doble del tamaño de las hormigas obreras que Ian había enfrentado antes, con mandíbulas tan poderosas que podían partir rocas. Su exoesqueleto brillaba bajo la escasa luz, una armadura natural que prometía ser difícil de penetrar.
Ian se movió instintivamente, esquivando el ataque inicial de la bestia. El guardia lanzó un segundo ataque, sus mandíbulas chocando contra la pared del túnel y dejando una marca profunda en la roca. Ian aprovechó la oportunidad para contraatacar, lanzando su espada en un arco amplio que cortó una de las patas del guardia. El insecto emitió un chillido ensordecedor, pero se mantuvo firme, lanzándose de nuevo hacia Ian con una furia renovada.
A pesar de estar debilitado, el guardia era extremadamente resistente. Ian tuvo que emplear todas sus habilidades para mantener el combate bajo control. Usó su agilidad para moverse rápidamente, esquivando los ataques y buscando puntos débiles en la coraza de la criatura. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, encontró una apertura y clavó su espada directamente en el cráneo del guardia, atravesando el exoesqueleto y alcanzando el cerebro de la bestia. El guardia se estremeció violentamente antes de colapsar en el suelo, inerte.
Ian apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de que otro guardia apareciera, esta vez acompañado por dos más. El combate se intensificó. Los nuevos guardias, aunque debilitados, aún eran increíblemente peligrosos. Ian se vio forzado a retroceder, buscando una posición más favorable mientras las criaturas lo acorralaban.
Usando el terreno a su favor, Ian logró que uno de los guardias quedara atrapado en un estrechamiento del túnel, lo que le permitió enfocarse en los otros dos. La batalla fue brutal, cada golpe de las mandíbulas de los guardias resonaba como un trueno en los confines de la colonia. Ian se movía con una precisión letal, su cuerpo en sintonía con su espada, hasta que finalmente, después de un largo y agotador combate, los últimos guardias cayeron.
Cubierto de sudor y con su corazón latiendo con fuerza, Ian observó los cuerpos de los guardias a sus pies. A pesar del veneno, estas criaturas habían demostrado ser un desafío formidable. Pero aún quedaba la parte más peligrosa de la misión: la reina.
Ian continuó su avance hacia la cámara central, donde la reina aguardaba. Sabía que no podía permitirse bajar la guardia; aunque la mayoría de las hormigas habían sido debilitadas por el veneno, la reina representaba una amenaza completamente diferente. Si la reina caía, la colonia entera estaría acabada.
Finalmente, Ian llegó a la cámara central. La sala era vasta, con techos tan altos que apenas podía verlos en la penumbra. La reina se encontraba en el centro, rodeada por los cuerpos de sus súbditos caídos. A diferencia de las demás hormigas, la reina era colosal, su cuerpo cubierto por un exoesqueleto negro que reflejaba la poca luz que se filtraba en la sala. Sus ojos brillaban con una inteligencia maliciosa, como si entendiera que Ian era la causa de la destrucción de su colonia.
Ian dio un paso adelante, y la reina lanzó un chillido agudo que resonó por todo el túnel. A pesar de su tamaño, la reina se movió con una agilidad sorprendente, atacando con sus mandíbulas tan grandes como espadas. Ian esquivó por poco, sintiendo el aire cortado a centímetros de su rostro.
El combate fue feroz. La reina atacaba con una furia primigenia, cada embestida un intento de aplastar a Ian bajo su colosal cuerpo. Ian se movía con rapidez, lanzando cortes precisos en los pocos puntos vulnerables de la reina. Pero la criatura parecía ser imparable; su exoesqueleto repelía la mayoría de los ataques de Ian, y cada vez que intentaba acercarse, la reina lanzaba una nube de ácido corrosivo que obligaba a Ian a retroceder.
A pesar de sus esfuerzos, Ian se encontraba cada vez más presionado. La reina no daba señales de debilitarse, y sus ataques se volvían cada vez más desesperados y peligrosos. Ian sabía que necesitaba encontrar una manera de acabar con ella rápidamente, antes de que sus fuerzas se agotaran por completo.
Entonces, vio una apertura. La reina, en su furia, había dejado expuesto un punto blando en su abdomen, una pequeña grieta en su coraza por donde Ian podía ver su carne blanda. Era una oportunidad única, y Ian sabía que debía aprovecharla.
Con un grito de determinación, Ian se lanzó hacia adelante, esquivando el último ataque de la reina y hundiendo su espada profundamente en la grieta de su abdomen. La reina emitió un chillido ensordecedor, su cuerpo retorciéndose violentamente mientras Ian forzaba la espada más y más adentro. Finalmente, con un último esfuerzo, la reina colapsó, su colosal cuerpo cayendo pesadamente al suelo.
Ian se quedó allí, respirando pesadamente mientras observaba el cuerpo inerte de la reina. La batalla había sido agotadora, pero finalmente había triunfado. La colonia estaba destruida, y con ella, Ian esperaba haber recolectado los suficientes puntos energéticos para su próxima gran compra.
Con la colonia destruida y los guardias derrotados, Ian comenzó a recoger los núcleos energéticos de las hormigas caídas. Sabía que esta incursión le había costado mucho, pero también le había proporcionado una gran cantidad de puntos energéticos, acercándolo a su objetivo de dominar la habilidad de Control del Alma.
El veneno había hecho gran parte del trabajo, debilitando a las hormigas hasta el punto en que Ian había podido eliminarlas con relativa facilidad. Sin embargo, las batallas con los guardias y la reina habían demostrado ser mucho más difíciles de lo que había anticipado. A pesar de estar envenenados, los guardias habían luchado con una tenacidad que lo había sorprendido, y la reina había sido una oponente verdaderamente formidable.
Después de recolectar todos los núcleos que pudo encontrar, Ian revisó su estado. Los puntos energéticos habían aumentado considerablemente, pero aún le faltaban algunos para alcanzar los 70 mil que necesitaba. Sin embargo, sabía que con los núcleos que había recolectado, estaba mucho más cerca de su objetivo.
Después de la ardua batalla contra la reina y sus guardianes, Ian comenzó a explorar la cueva que había sido el centro de la colonia de hormigas. A medida que se adentraba, notó un cambio en el ambiente; la cueva parecía estar más ordenada y limpia en comparación con los túneles caóticos que había atravesado. Las paredes estaban adornadas con restos de huesos y carne descompuesta, y el suelo estaba cubierto por una capa de polvo y escombros.
En el centro de la cueva, Ian descubrió un gran montículo de materiales acumulados. Al acercarse, vio que el montículo estaba compuesto por una mezcla de núcleos energéticos, carne de sus presas y huesos de criaturas que las hormigas habían cazado. La vista era impresionante, una verdadera recompensa por el riesgo y el esfuerzo invertido en la destrucción de la colonia.
Con mucho cuidado, Ian comenzó a recoger los núcleos energéticos. Los acumularía en su mochila, asegurándose de no dejar ninguno atrás. Estos núcleos serían esenciales para alcanzar su objetivo de los 70 mil puntos energéticos necesarios para su próxima compra en el sistema. Cada núcleo representaba una parte valiosa de su esfuerzo y le acercaba a completar la habilidad de Control del Alma.
Después de asegurarse de que había recogido todos los núcleos energéticos y los materiales valiosos de la cueva, Ian decidió que era momento de evaluar sus recursos. Revisó cuidadosamente los núcleos que había encontrado y calculó cuántos puntos energéticos había acumulado. Además, revisó la carne y los huesos de las presas para ver si podían ser útiles para otros propósitos.
Ian notó que, al sumar los núcleos obtenidos y los materiales recolectados, había alcanzado una cantidad significativa de puntos energéticos. Esto lo ponía en una buena posición para completar su objetivo de 70 mil puntos necesarios para adquirir la habilidad de Control del Alma. Sin embargo, aún debía preparar y organizar su próxima incursión para asegurar que el proceso de compra y aprendizaje fuera lo más eficiente posible.
Con la cueva de las hormigas saqueada y los recursos asegurados, Ian se preparó para regresar a su cueva principal. La experiencia había sido dura, pero exitosa. A pesar de los riesgos y desafíos, Ian había logrado obtener una valiosa cantidad de núcleos y materiales que le permitirían avanzar en su misión.
Mientras emprendía el camino de regreso, Ian reflexionó sobre sus logros y lo que aún le esperaba. La batalla contra la reina y sus guardianes había sido solo una parte del viaje.