Más allá de mis problemas, mi tóxica amistad con Susi y mi surgente adicción a las drogas y el alcohol, también me vi luchando contra dos versiones de mí mismo: la que quería detener y poner punto final a todo, y aquella que no quiso detenerse porque disfrutaba demasiado con ella, quien no solo era liberal y extrema, sino que además era una fiera en la cama.
Además, con la confianza que nos empezamos a tener, Susi me reveló la razón por la cual llevaba un estilo de vida tan nocivo y peligroso; fue algo desgarrador que me impidió abandonarla por muy malo que fuese contar con su amistad.
Es cierto que Susi venía de una familia adinerada; de hecho, su padre era dueño del edificio en el que vivía y accionista mayoritario de una reconocida cadena de hoteles, una flota de cruceros de lujo que recorría toda la costa del país y una franquicia de restaurantes finos.
En otras palabras, Susi podía gastar dinero sin importar lo mucho que fuese, por eso teníamos toda clase de libertades y acceso a productos ilegales como la cocaína y el éxtasis.
Sin embargo, tener todo ese dinero no le garantizaba a Susi la felicidad ni la paz de llevar una vida normal, pues la razón por la cual vivía sola, aprovechándose de su mayoría de edad, era turbia y repulsiva.
Ahora, si bien no sentí un mínimo de amor romántico por ella, la quería mucho, y me preocupaba su vida en vista de lo que me había revelado, aunque me insistió en que no me preocupase, pues tenía a su padre bajo amenaza de una demanda por acoso sexual y abuso infantil; las pruebas abundaban, y lo que me tocó ver me rompió el corazón.
Uno sabe que la vida está llena de mierda, de gente grotesca y malvada, gente que no merece la muerte rápida, porque en vida tiene que sufrir todos los males que causa multiplicados por cien. Pero no salí del asombro cuando supe que su propio padre abusó de ella durante años, hasta que cumplió la mayoría de edad y pudo amenazarlo con varias pruebas.
Entonces, cuando debí ser una mejor compañía para ella, un buen amigo y alguien que la ayudase a enfrentar a su padre, cometí el error de acompañarla en su vida nociva, que sí era demasiado divertida y placentera, llena de lujos y locuras, pero a la vez peligrosa, estábamos desaprovechando nuestra juventud.
En momentos de reflexión, me reprochaba mi forma de actuar e irresponsabilidad, al igual que el ocultarle todo a mi familia, quienes nunca sospecharon de mis andanzas con Susi. Me las arreglé en más de una ocasión y siempre avisaba con tiempo que no llegaría a casa.
Tuve que decir que tenía novia para tranquilizar a mamá.
Y así transcurrieron los meses, en medio de una vida nociva junto a Susi y una batalla personal estando a solas. De parte de mi familia todo iba normal, e incluso papá fue ascendido en su empleo. Mientras que Eva había escrito un total de veinte canciones que, a mi parecer, llegaban al alma, claro, tomando en cuenta que su voz, al compás de la guitarra, era una combinación increíble.
Además, Cata le había dicho a Eva que estaría durante unos meses en Ciudad del Valle para ayudarla con el proceso de grabación. Apreciamos mucho su consideración, aunque no bastó eso ni el agradecimiento como retribución por todo lo que quería hacer por Eva.
Incluso fue en Cata que me apoyé cuando no encontraba una salida a mi situación con Susi, y me sentí aliviado luego de empezar a desahogarme a través de mensajes, lo cual me permitió expresarme mejor; sabía que hablando no iba a encontrar las palabras.
Paúl. Asumo mi responsabilidad y sé que todo es mi culpa, por la falta de voluntad, por mi debilidad y por no ser directo con ella.
Cata. Es cierto, lo que tienes que hacer es cortar lazos con esa chica, pero por lo que me dices, es algo complejo, por lo que está enfrentando sola.
Paúl. Si no fuese por ese detalle, ya me hubiese alejado de ella, pero me sienta mal dejarla sola cargando con ese problema tan grande.
Cata. ¿Qué hay de su mamá?
Paúl. Es otra mierda de persona. Solo se la pasa viajando por el mundo e ignorándola. De hecho, me dijo que cuando le reveló a su mamá lo que su papá le hacía, esta no le creyó y la tachó de desconsiderada… Algo me dice que esa mujer es cómplice de su marido o simplemente le vale verga su hija.
Cata. Está bien jodida su situación… Pero dime una cosa, ¿por qué no le pides que te acompañe a un centro de rehabilitación para empezar?
Paúl. Se lo he propuesto varias veces, pero me dice que las drogas son su único medio de escape de la realidad, es lo que le permite olvidar todo lo que su padre le ha hecho.
Cata. Se miente a sí misma, y lo sabes muy bien… Tienes que ser duro con ella y ponerla entre la espada y la pared. O sale de ese abismo o se hunde sola, porque por lo que me estás contando, te sientes desesperado por dejar las drogas, y eso habla muy bien de ti.
Paúl. Tengo que causarle un shock, hacerle saber que si no me acompaña, estará sola, pero, ¿y si prefiere estarlo?
Cata. Pues, la tendrás que dejar, lamentablemente. Recuerda que en la vida solo se puede ayudar a quien quiere ser ayudado, como sucedió con Eva cuando perdió a su abuela. En caso contrario, ni que muevas cielo y tierra podrás hacer algo, así que ya sería decisión de ella.
Paúl. La vida es una mierda a veces.
Cata. Eso es cierto, así que primero vela por ti y luego por los demás. Supera esos problemas para que no preocupes a tus padres, ellos no merecen eso.
Admito que si no hubiese recurrido a Cata, las cosas fuesen un desastre hasta el día de hoy, o, ¿quién sabe? Pero el punto es que fue gracias a ella que tomé una gran decisión, que más allá de ayudarme, le permitió a Susi encontrar la luz, y eso fue un alivio para mí.