—¿Eh? —parpadeó Oberón.
—¿Qué debo hacer con esta noticia? ¿Realmente la necesito ahora? —suspiró ella.
—Todavía podemos arreglarlo todo. Podemos empezar de nuevo —cerró los ojos y exhaló él, asintió con lágrimas en los ojos.
—No... no lo creo —olfateó ella, se desprendió suavemente de sus brazos—. Debería irme ahora —dijo nerviosa y se dio la vuelta para irse, pero Oberón la retuvo.
—No te vayas, por favor.
—¿Por qué? Por favor, déjame ir —frunció el ceño ella, intentó soltarse de su agarre.
—Nyx, espera, quédate conmigo.
—Déjame estar contigo —la atrajo hacia él y la abrazó, dijo suavemente, enterrando su cabeza en su cuello.
—Oberón —jadeó ella, tratando de recuperar el aliento.
—Nyx, por favor, quédate conmigo. No me dejes.
Ella miró a su alrededor buscando algún indicio de que alguien viniera, pero parecía que no había nadie.
—¿Qué estás haciendo? —susurró ella.
—Solo quédate conmigo —susurró él, mientras sus manos recorrían su cuerpo inferior.