Gage inspeccionó los moretones que Zayne le había dejado. ¿Cómo iba a mostrar su cara al pueblo mañana cuando lucía así? Parecía que acababa de volver de una batalla que estuvo a punto de perder.
Gage tocó un punto sensible en su labio. Se habían acabado los días en que podía burlarse de su hermanito y no pasaba nada. Zayne había crecido y con ello llegó él golpeando.
Recordaba al hermanito que quería desesperadamente aprender a usar una espada.
—Mierda —maldijo Gage, molesto porque sus planes para mañana estaban arruinados.
La puerta se abrió, lo cual lo molesto aún más. No quería ver a nadie en estos momentos.
—¿Estás contento? —escuchó a la reina.
—¿No deberías venir a atender a tu esposo en lugar de preguntarme eso? —preguntó Gage, mirando su reflejo en el espejo.