Samantha se estremeció con todo su cuerpo una vez que sintió que alguien agarraba su muñeca. Se giró, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa, fijos en la mujer que tenía delante.
—Samantha, ¿qué estás haciendo? —susurró Amelie mientras intentaba recuperar el aliento—. ¡Estás embarazada, por el amor de Dios! ¡No podrás correr mucho en ese estado!
—¿Por qué importa? —la respuesta de Samantha fue casi ahogada cuando un coche pasó junto a ellas, tocando la bocina con fuerza—. ¿De repente te preocupa mi estado? Pero ¿no eres tú la que va a hacer que arresten a mi esposo y a mí esta noche?
Amelie quería fingir ignorancia, pero al final decidió en contra de ello. Después de todo, si Sam actuaba de manera tan imprudente, significaba que de alguna manera ya había descubierto la verdad.