El dedo de Liam presionó el ratón del computador mientras otro documento se añadía a su carpeta confidencial. Soltó un largo y cansado suspiro, y movió sus ojos hacia Austin, cuyos dedos casi volaban sobre el teclado de su portátil.
—¿Cuántos de estos correos electrónicos te falta por enviar?
Austin, con los ojos aún pegados a la pantalla del portátil, soltó un gemido silencioso y respondió en un tono algo miserable —No creo que termine antes del almuerzo, señor Bennett. Ahora que la gente sabe que ha vuelto al trabajo, ¡esta correspondencia simplemente no se detiene!
Liam suspiró de nuevo; había demasiado por hacer.
No solo su ausencia había hecho que se acumulara su trabajo, sino también el inesperado fallecimiento de Oscar Bennett que lo dejó con toneladas de asuntos sin resolver tanto en sus negocios inconclusos como en su vida personal activa.