Después del funeral de Oscar Bennett, la vida parecía reanudar su implacable marcha hacia adelante.
Todo el país seguía alborotado con la noticia de la boda cancelada entre Amelie y Liam. Era el tema de conversación de todos los círculos sociales, pero dada la tragedia que había caído sobre su familia, la mayoría de las personas eran lo suficientemente sensatas como para mantener la boca cerrada, reconociendo la delicadeza de la situación. Después de todo, Liam y Amelie ya estaban casados; la ceremonia de boda era solo una declaración de esa unión.
Pero para Liam, la pérdida de su abuelo había dejado una herida abierta en su frágil corazón.
Casi una semana había pasado desde que se despidió de su abuelo por última vez, y sin embargo, no había salido de la cama, consumido por el duelo.
El hombre que una vez fue vibrante y decidido se había reducido a una cáscara de sí mismo, absolutamente desconsolado y hundido profundamente en un pozo de depresión.