El sol matutino proyectaba un cálido resplandor sobre la vasta finca Bennett y Amelie giró su rostro hacia él un momento, inhalando el refrescante olor a lluvia que acababa de cesar.
La suave brisa tiraba de su cabello, levantando algunos mechones sueltos mientras ella volvía a revisar las hojas de cálculo en su portátil. Como siempre, las mañanas en la mansión eran tranquilas y serenas, pero hoy, su mente no podía encontrar ni paz ni concentración.
Liam le había soltado una bomba esa misma mañana. Había invitado a Einar Ingvarsson a quedarse con ellos mientras él estuviera en el país. La noticia la había tomado completamente desprevenida.