De cualquier manera que mirara mi relación con Sang Qi en este momento, me parecía un poco extraña.
Él me llevó a cenar, me abrió la puerta del auto y hasta me ayudó amablemente a abrocharme el cinturón de seguridad.
—¿Qué te gustaría comer? —preguntó, girando la cabeza hacia mí mientras conducía.
—Pensé que habrías decidido a dónde llevarme a comer cuando planeaste recogerme. ¿No sabes que cuando un hombre le pregunta a una mujer qué quiere comer, solo hay una respuesta?
—¿Cuál? —preguntó con interés.
—Lo que sea.
Una sonrisa se dibujaba en las comisuras de sus labios y cuando sonreía, noté que sus ojos tenían un poco el encanto de una flor de durazno.
Ojos de flor de durazno no significa que los ojos tengan forma de flor de durazno, sino que los ojos de este hombre eran cautivadores.
Miré hacia él y luego me aparté, atendiendo a mi cabello alborotado en el espejo retrovisor.