—¿Por qué, me pregunto? Tal vez debería darte una demostración, una pequeña prueba para probar que estos viejos huesos no han perdido su filo. ¿Eso te convencería de mi fuerza duradera, hmm? —La voz de Víctor rezumaba sarcasmo juguetón mientras lanzaba una mirada dominante hacia Zen, quien acababa de expresar dudas sobre su habilidad para ayudar con tareas mundanas.
Zen se quedó en silencio en el momento en que su abuelo habló. Entendió demasiado bien que las palabras de su abuelo nunca eran amenazas vacías; siempre tenían peso. Instintivamente, buscó refugio al lado de Hera, sabiendo que era el lugar más seguro para estar en ese momento.