—¡Cariño! ¿Quién era esa flor tan deslumbrante? —exclamó Athena, acercándose de un salto a donde estaba Hera y aferrándose a ella como un koala.
—¿Oh? ¿Ya te olvidaste? Era el Doctor Everett, mi médico tratante de la última vez que me mandaste al hospital —respondió Hera, luciendo perpleja.
—¿Eh?! ¿Él era? No recuerdo haberlo visto en la habitación del hospital cuando te llevé. Y créeme que no me olvidaría de un hombre guapo si viera a uno —meditó Athena, aún reflexionando sobre el recuerdo.
—¿Quizás fue cuando saliste a hacer una llamada? —sugirió Hera, ofreciendo una explicación posible.
Entonces Athena recordó que en efecto había salido a llamar al Viejo Maestro y comprar comida para Hera. Se sintió irritada por haberse perdido la oportunidad de verlo en ese momento. —¡Ja! Qué lástima —comentó, dejando de lado el tema y cambiando el foco de atención—. ¿Qué bebidas pediste?