—¿Qué debemos hacer, Alfa? —preguntó Duncan a Leland con respeto cuando vio al Alfa salir de la habitación hacia el patio. Dirigió su mirada hacia la colina donde la mayoría de los licántropos se dirigían.
—Déjalos estar —respondió Leland fríamente—. Ya no son miembros de la Manada del Río Sangriento.
Ya podía ver que no era más que un intento idiota de Brin de presentarse como un noble Anciano licano. Había traicionado a la manada al incitarlos a seguir adelante con el plan de ataque cuando en realidad no estaban preparados.
Seguramente Brin sería castigado por su propia idiotez cuando el ataque fracasara miserablemente. Sin embargo, si vivía para ver otro día y Leland lo encontraba en el futuro, Brin podía esperar una muerte atroz.
¿Pero qué hay del resto de los miembros? Había un total de 600 licántropos en la Manada del Río Sangriento y la mayoría de ellos estaban en Riga con el único propósito de ir a la guerra contra el ejército real.