Savannah sonrió impotente. Si no fuera por las amenazas de Dylan, estaría feliz de verlo preocuparse por alguien más, pero por ahora, tenía que hacer lo que él ordenaba. Al salir de la casa y dirigirse al patio trasero, Savannah vio que Abby casi se había pegado a Dylan.
Las cejas negras de Dylan se fruncieron al ver a Savannah como si la culpara por llegar tarde.
—Hola, amor, ¿por qué tardaste tanto? —Su tono estaba lleno de ternura.
Abby, sobresaltada, se volteó.
Savannah tomó una profunda respiración, y una sonrisa forzada torció sus labios.
—Lo siento mucho, Dylan, estaba hablando con tu padre —dijo, y con eso, se acercó, tomó el brazo de Dylan y sacudió su brazo suavemente de manera deliberada como si pidiera perdón. Se hizo la coqueta de tal manera que incluso ella misma se sentía enferma.
La pequeña mujer por lo general era increíblemente terca, sin embargo, estaba dispuesta a seguir el juego por ahora.