—Puedes matarlo.
Skender finalmente dio su aprobación para matar al Señor Davis. Llamó a Lázaro y Aqueronte a su habitación y los nombró para hacerlo discretamente. Quizás el problema todavía podría resolverse si más palabras no llegaban todavía al público.
Lázaro podía ver que Skender estaba angustiado con su decisión, pero no había otra manera que matar al Señor Davis en este momento, ya que planeaba atacar el castillo esta noche.
—Nos ocuparemos de ello —dijo Aqueronte, dándole una palmada en el hombro.
Lázaro asintió con la cabeza y ambos dejaron a Skender atrás. Caminaron hacia la oscuridad de la noche, avanzando hacia el campamento donde el Señor Davis y sus hombres se estaban preparando para su misión.
—Ha pasado un tiempo desde que nos enviaron a una misión —dijo Aqueronte.
—Lo echo de menos —respondió Lázaro, sintiendo la emoción bombear en sus venas.