Feng Tianyi entendió de dónde venía. La necesidad de proteger a sus niños la impedía buscar venganza, pero él era diferente. Su derecho de nacimiento como el primogénito de la familia Feng le había sido arrebatado.
Aunque Tang Moyu estuviera dispuesta a pasar por alto la insolencia de Feng Tianhua, Feng Tianyi no podía. Su medio hermano tenía deudas que necesitaba saldar no solo con Tang Moyu, sino también con él. No importaba si podía caminar o no, eso no cambiaría el hecho de que Feng Tianhua y su madre habían tomado todo lo que se suponía que era suyo. Su odio no era algo que pudiera dejar ir fácilmente, sin importar lo que su madre o Tang Moyu pensaran de ello.
—Pero ahora me tienes a mí, Moyu. ¿No podrías compartir algo de tu carga conmigo? No tienes que preocuparte solo por la seguridad de tus niños, por tu seguridad tampoco. ¿No lo considerarías en absoluto? —preguntó con curiosidad.
Tang Moyu no le respondió, sino que lo miró un momento antes de negar con la cabeza.