Cuando Ye Wanwan dijo que volvería por sí misma, las pupilas negras de Si Yehan se oscurecieron y las olas invisibles bajo sus pupilas parecían estar brotando, pero en un instante volvieron a la normalidad, como si fuera una ilusión.
Ye Wanwan tomó su silencio como un consentimiento, así que se acercó a él inocentemente y le dio un beso en la mejilla. —¡Entonces me voy! ¡Primero me despediré de la abuela!
Se alejó alegremente hacia la casa.
Inmediatamente después de que Ye Wanwan se fuera, un escalofrío y una furia aterradores estallaron. El silencioso y tranquilo jardincito se transformó rápidamente en un infierno con vientos oscuros soplando y una sensación palpable de intenciones asesinas.
En ese momento, el corazón de Xu Yi se había convertido en cenizas.
Él seguía rezando y rezando para que Ye Wanwan no hiciera ninguna tontería. Pero entonces, la vio corriendo locamente por el camino hacia la muerte…