Emma no tenía paciencia. Falló al envolver dos zong zi. Estaba tan enfadada que los tiró. —¡No quiero envolver más! ¡Soy un perro si envuelvo más! ¡Incluso si Mia estuviera aquí no serviría de nada!
Emma se veía deprimida. ¡Había venido porque vio a Amelia envolviendo zong zi aquí!
Amelia se rió entre dientes. —Hermana Emma, tendrás mala suerte si juras a la ligera.
La Sra. Taylor también sonrió y dijo:
—Si no quieres envolverlo, así sea. Yo lo haré…
Emma dejó sus cosas y corrió hacia la sala de estar. Agarró su teléfono y quería jugar. En ese momento, Dylan acababa de bajar las escaleras con dos libros de matemáticas en sus manos.
La expresión de Emma cambió enseguida. Inmediatamente dijo:
—¡Papá, ayudaré a envolver los zong zi!
Amelia levantó la vista. —Hermana Emma, ¡no puedes! ¡Te volverás una perrita!
A Emma no le importaba. ¡Incluso si se convirtiera en un perro, no quería aprender!
Inesperadamente, Dylan la detuvo. —¡Alto!