—Está bien —Zheng Xiang le dio una mirada a Zheng He y dijo con una sonrisa—. Hermano, tienes buen gusto. ¡Esta chica está que arde!
Zheng He sonrió tontamente. Le gustaban las bellezas. Cuanto más hermosas, mejor. Si no hubiera pensado que esta mujer era atractiva, ¿por qué la habría elegido?
La mirada de Zheng Xiang cayó en el rostro de Qiao Nian. Dijo amenazadoramente:
—Chiquilla, con tal de que te disculpes con mi hermano y lo trates bien, este asunto quedará zanjado. ¡Soy una persona magnánima y no te lo tendré en cuenta!
Qiao Nian no pudo evitar reír. Era como si hubiera oído el chiste más gracioso del mundo. Lentamente, escupió cuatro sílabas:
—¡Imposible!
La respuesta de Qiao Nian dejó atónito a Zheng Xiang.
Hacía mucho tiempo que no se encontraba con una chica tan fascinante.
Crackeando los nudillos, Zheng Xiang miró fríamente a Qiao Nian y dijo: