Cuando los inversores del restaurante se enteraron del incidente, se apresuraron a llegar.
El lugar se había convertido en una ruina virtual.
Excepto por la estructura principal del edificio, todo lo demás dentro, así como los letreros exteriores, habían sido reducidos a escombros.
Al principio, cuando el dueño del restaurante presenció esta escena, su rostro se volvió lívido de ira.
Sin embargo, su expresión cambió drásticamente cuando vio a Qin Lu, que aparecía como un emperador.
Al instante, reprimió su enojo y se acercó con casi adulación, diciendo, —Jefe Qin, no esperaba que nos honrara con su presencia. ¡Espero que no me guarde rencor por no haberlo recibido adecuadamente!
Nan Yan chasqueó la lengua.
Como esperaba.
La reputación del Jefe Qin se extendía no solo dentro de China, sino también internacionalmente.
Qin Lu miró casualmente al hombre y habló con indiferencia, —¿Este restaurante es tuyo?