—Eres una tonta, Marissa —le dijo Sophie mientras tomaba la curva a la izquierda y luego pisaba los frenos—. El hombre cree que su oficina tiene serpientes y ahora está listo para fumigar el maldito lugar entero. ¿Quién hace eso?
Marissa miró por la ventana del asiento del pasajero donde podía ver a uno o dos clientes a través de la puerta de cristal sentados en el café. —¿Por qué exactamente estamos aquí? —preguntó a Sophie cuando la vio desabrocharse el cinturón de seguridad.
—¡A bailar! Claro que sí, tomaremos café con donas, Tontuela —salio del coche y se paró afuera con una mano en la cadera.
Marissa tamborileó con sus dedos unos momentos. No quería probar la paciencia de su amiga que ya estaba enfadada por haber rechazado la cita con Rafael debido a la pesadilla. —¿Vas a salir o tengo que arrastrarte fuera? —Marissa suspiró y se liberó del cinturón. Su amiga estaba actuando como un sargento instructor.