Llegar a casa es como una recompensa.
Cada maldito día, me tambaleo hasta esa puerta principal y caigo de cara en el sofá. Lisa toma el sillón reclinable, diciendo que prefiere acurrucarse y enfrentar el dolor en posición fetal. A mí me gusta estirarme. Funciona.
Kellan ha evitado hábilmente mencionar cómo lucimos desde que nos trajo a casa por primera vez y cometió un pequeño error, siendo verbalmente destrozado por Lisa.
Ahora está en la cocina, pidiendo comida de algún lugar. No me importa de dónde. Mientras sea comestible y pueda comerlo sin tener que preocuparme por los modales en la mesa.
Lisa suele quejarse cuando Kellan pide algo sin consultar a ninguno de nosotros, pero ahora está demasiado absorta en dormitar su dolor para que le importe.
Mi teléfono vibra en la mesa junto al sofá, sacándome de mi aturdimiento exhausto. Lo agarro, mis músculos protestan por el movimiento, y veo el nombre de Clayton en la pantalla.