—Harper —Harper estudiaba al hombre frente a ella con escepticismo. Estaba de buen humor, como para seguir jugando con la mente después de esa gala infernal.
—Eli nunca quiso ese puesto en tu empresa —dijo ella—. Eso era un hecho obvio. —Pero si consigues que el público esté de tu lado con una historia de salud desafortunada, quizá puedas presionarlo para que lo acepte. O al menos eso es lo que crees.
El padre de Eli le dio una sonrisa de aprobación. —¿Así que eso es lo que yo creo? —preguntó sobre su adición, con tono intrigado.
—Él no cede ante nadie tan fácilmente como parece. Si termina inclinándose a tu voluntad, es solo porque una parte de él ve valor en lo que le ofreces, y tu manipulación simplemente le da una excusa para convencerse de que está bien hacerlo.
Una expresión de sorpresa cruzó los ojos de Ronald Sterling.