—¡Ken, cuidado! Las llantas chillaron cuando Kenzo instintivamente pisó los frenos. Sus corazones se detuvieron momentáneamente mientras sus cuerpos seguían la fuerza repentina.
Golpe.
—Ha… —Fil exhaló un jadeo entrecortado, alzando la vista hacia el parabrisas. Kenzo también levantó sus dilatados ojos, desabrochándose el cinturón de seguridad sin pensar.
—Oh, no —murmuró, saltando del asiento del conductor para revisar a la persona que habían golpeado. Fil también salió y en cuanto lo hizo, posó sus ojos en la persona tendida en el suelo.
—Oh, no.
—¡Señor! —Kenzo se apresuró hacia la persona, agachándose para ver cómo estaba. Sudores se formaron instantáneamente en su frente y espalda, pensando que no terminaría bien si esta persona moría.
Fil se quedó congelada en el sitio, observando a Kenzo revisar a la persona con la que chocaron. Aunque iban despacio por el semáforo en rojo y Kenzo frenó a tiempo, escuchó el golpe cuando chocaron contra él.
Sonaba tan traumatizante.