No lo creyó hasta que puso su mano en el cuello de la mujer y sintió cierto calor y el leve latido de su arteria carótida.
—¿Hermano, podría ser un cadáver reanimado?
—preguntó el calvo con cautela, realmente asustado hasta el punto de hacerse pis en los pantalones.
—¡Reanimados mis cojones! —exclamó el hombre regordete abofeteando de nuevo al calvo.
—Esta mujer no está muerta, está viva.
—¿Viva?
Al escuchar que estaba viva, el calvo ya no tenía miedo.
—Sí, estar vivo es bueno, estar vivo es bueno, con tal de que no sea un cadáver reanimado.
La gente es realmente extraña.
Incluso aquellos que hacen cosas atroces todos los días, cometiendo todo tipo de atrocidades, no tienen miedo de los vivos, pero sí de los muertos y los fantasmas.
El calvo se arrastró y con cautela puso su mano bajo la nariz de la mujer. Al principio no sintió nada, pero pronto, lo hizo.
—Hermano, ella está realmente viva.
—Eres demasiado sospechoso.