La escena de su muerte seguía persistiendo en la mente de Huanhuan. Estaba de mal humor.
Ya había guardado la ropa del sacrificio y la Máscara de Predicción en su espacio.
Se sentó en la cama y abrazó sus rodillas. Miró hacia abajo, hacia el dobladillo de su vestido.
Alguien se sentó a su lado.
—¿En qué estás pensando? Te ves muy decaída. ¿No tendrás hambre, verdad? —Huanhuan no levantó la vista, pero solo por el sonido, sabía que era Xue Ling.
Apoyó su barbilla en las rodillas. —¿Qué haces aquí? —preguntó perezosamente.
Xue Ling se inclinó cerca de su oído, su voz baja y encantadora. —¿No me pediste que te buscara?
Huanhuan se sorprendió un poco. —¿Cuándo dije eso?
—Durante el eclipse de ayer, le pediste a Mu Xiang que me transmitiera un mensaje y me pediste que viniera a tu habitación por la noche. Estabas durmiendo anoche, así que no pude molestarte. Por eso estoy aquí ahora. ¿No me digas que lo has olvidado todo?
Huanhuan lo pensó cuidadosamente. Era cierto.